Nuestro compañero, amigo y uno de los autores más prolíficos de la historia de Nabla, @Hdanchiano, ha querido explicarnos todo lo necesario para entender el “tránsito de Mercurio” y el por qué de su nuevo diseño, uno de los más delicados y molones con los que hemos tenido el placer de trabajar. Fuera luces, ¡y adelante, maestro!
La peculiar relación de tamaño y distancia entre la Tierra, la Luna y el Sol hace que cuando periódicamente se alinean, se produce lo que conocemos desde hace miles de años como “eclipses”.
La casualidad cósmica ha querido que, a los ojos de un humano en la superficie de la Tierra, en nuestro cielo ambos cuerpos tengan aproximadamente el mismo diámetro, por lo que la espectacularidad de esos eventos ha sido históricamente motivo de todo tipo de supersticiones; malos augurios que los reyes solventaban encomendándose al divino de turno sin saber que nada tenían que ver los dioses en esos acontecimientos.
Así pasaron los siglos, asustando a nuestros antepasados, hasta nuestros días, en los que cuando supimos de qué iba aquello, nos fascinaron aún más. Durante todos esos mismos siglos al amparo de oráculos y especulaciones, tenían también lugar los “tránsitos”, que son sucesos astronómicos conceptualmente iguales, pero con un par de connotaciones relevantes en lo que nos ocupa: la primera de ellas es que aquellos que creían en supersticiones jamás supieron de la existencia de los tránsitos porque no existían aún los telescopios, y la segunda es la peculiaridad de que ocurren más o menos regularmente durante un siglo (trece veces).
Al contrario que los eclipses, donde es la Luna quien interviene, los tránsitos son esos momentos durante los cuales podemos ver a uno de los dos planetas entre el Sol y nosotros pasando por delante de él. Un pequeño punto negro atravesando lentamente el inmenso diámetro del sol en una trayectoria que, desde nuestra ubicación, parece una línea recta -pero que obviamente no lo es- solamente visible durante unas horas bajo unas condiciones de seguridad mínimas para nuestros ojos. Esto es, con las gafas especiales que solemos usar durante los eclipses o con telescopios con filtros específicos (por pura mecánica orbital, Mercurio no necesariamente pasará por el centro de la corona solar como aparece en el diseño de la camiseta, según nos explica @Hdanchiano).
En esta ocasión, tendremos a Mercurio dibujando una línea sobre el sol que, afortunadamente, podrá presenciarse en buena parte del globo terráqueo a lo largo del día: durante el amanecer en América del Norte, al atardecer se verá en África, Europa y Oriente Medio, y se podrá ver totalmente (aprox. una duración de 5h 30min) en Sudámerica y el este de Norteamérica.
Este tipo de evento nos pilla muy de cerca en el Sistema Solar, pero también ocurre en todos los sistemas con planetas dependiendo de las perspectivas. ¿Qué utilidad tiene saber eso? En astrofísica, mucha. En nuestro ADN explorador, los humanos desarrollamos tecnologías que nos permitan descubrir que no estamos solos en el universo… o al menos saber que existen otros planetas en los que las condiciones de habitabilidad de la Tierra pueden ser similares y que, por tanto, podría haber vida. Los llamamos exoplanetas.
El método de detección de exoplanetas en lugares remotos del universo a los que alcanzamos a ver tiene su aquel. Al estar extremadamente alejados de nuestro punto de vista, cualquier mínima variación en el brillo de una estrella lejana se puede detectar gracias a la tecnología de la que ya disponemos. Esa variación se interpreta como un cuerpo celeste pasando describiendo patrones periódicos entre la estrella y el telescopio que hacia ella está enfocado, como las trece veces por siglo que hemos comentado de Mercurio y Venus “aquí”, pero con telescopios gigantes en lugar de con nuestros utilitarios.
Para entenderlo mejor, es como cuando estás tomando el sol boca arriba y alguien interpone su mano dando sombra con ella a tu cara. Inmediatamente detectas que “algo pasa”. Ese cambio sirve a los astrofísicas para identificar a qué distancia están los exoplanetas de su estrella, qué tamaño tienen, cada cuánto completan una órbita…
Espero que el hecho de haber diseñado una camiseta con el tránsito de Mercurio te haya servido para leer esta entrada, y quién sabe si para aprender -si es que no lo sabías ya- que gracias a algo similar se pueden descubrir otros mundos, habitables o no.