Cómo la computación cuántica salvará mi vida sentimental

En un momento de desolación sentimental, donde el raciocinio es el enemigo público entre el gremio neuronal, me planteo un simple ejercicio mental. ¿Cuánto tiempo requiere tener un muestreo lo suficientemente amplio para asegurarse una relación sentimental que no esté abocada al fracaso? Acto seguido me planteo los estadios necesarios para augurar cierta posibilidad de éxito y los tiempos de procesamiento necesarios.

Por partes

Empecemos por lo más sencillo, por ejemplo: ¿te atrae, es inteligente? –No, siguiente muestra. –Sí, segundo paso: pierde tus miedos y acércate con la frase más ingeniosa que se te ocurra. ¿Tiempo transcurrido? Depende de tu autoconfianza y estimulantes ingeridos, aplíquese a cada uno su constante de tiempo t. Después de una corta conversación: ¿es la persona digna de pasar a la siguiente etapa? ¿Lo eres tú? Esto implica una dificultad añadida de combinación de eventos ordenados de dos en dos, fácilmente computable por puertas lógicas, digamos: si te gusta y le gustas pasamos al siguiente estadio. ¡Cenamos! Podremos superar algunos estadios como, ¿nos gusta la playa más que el monte? ¿Nos gusta el Rock&roll o el pop indie? Si la cosa va bien, sigues avanzando, de lo contrario a la casilla de salida.

La fórmula: T/fi*m*t

Todos estos estadios podrían analizarse como n bits, asumiendo que el tiempo requerido para procesar cada estadio es t. Esto implicaría un tiempo n*t para alcanzar la meta. Considerando T el tiempo total de su salud reproductiva y multiplicando cada espécimen por un factor de avance en nuestro proceso selectivo fi, nos otorga un muestreo de T/fi*n*t.

En este momento de paja mental, no utilizado para mejorar mi estadística y hundido en la descorazonadora cifra estimada, pienso: ¿por qué no aplico conceptos de computación cuántica en vez de clásica? El tiempo de procesamiento de cada etapa es t y la velocidad de cálculo se limita a n/t, pero si uso bits cuánticos o qubits, donde los estados de los bits están entrelazados de tal manera que, cuando realizo una operación en un qubit, obtengo información del siguiente qubit, mi tiempo de cálculo se reduce exponencialmente.

Hablemos de computación cuántica

Por ejemplo, si tengo un gato de Schrödinger en una caja con una partícula radiactiva con el 50% de probabilidades de radiar y matar al gato, el gato estaría mitad vivo y mitad muerto, y solo lo sabría cuando abriese la caja. Si los gatos estuvieran enlazados cuánticamente, podría saber si ambos gatos están vivos o muertos con una sola operación de abrir la caja del primero. Mi velocidad de cálculo en este caso sería 2 elevado a los n gatos que tenga enlazados. Del mismo modo, solo tengo que encontrar los eventos enlazados que me permita realizar operaciones exponenciales en mis relaciones, algo así como que al preguntarte si te gusta la carne pudiera saber si roncas o si chillas y enfureces cuando las situaciones te desbordan?

Este desvarío mental, aunque brillantemente hilvanado, me guía inexorablemente al principal problema de la mecánica cuántica. ¿Cómo mantener la coherencia de los qubits? Aunque mis gatos estén entrelazados, el ruido cuántico puede desenlazar mis qubits y se me podría olvidar el hecho de que si te gustan las lentejas significa que eres amante de los perros o portadora de enfermedades venéreas. Ante las catastróficas consecuencias imaginadas decidí empezar a contar ovejas.

DANIEL MARGINEDA

PhD student and Physics Demonstrator en la Universidad de Cardiff

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